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Las primeras reuniones con clientes que empiezan a creer en el diseño

Si has tenido la oportunidad de trabajar para empresas que empiezan apostar por el diseño, seguramente admitirás que los primeros encuentros son momentos realmente únicos.

Te reúnes por primera vez con el cliente. Éste, probablemente condicionado por la disparidad de perfiles que habrá encontrado entre los diseñadores y por la divulgación deformada que se lanza de nuestro sector, reconocerá cierto desconocimiento del proceso de diseño y te emplaza a que le expliques tu concepción del diseño industrial y sus labores implícitas.

Entonces le explicas pormenorizadamente, aunque de forma muy sintética, en que se basa el proceso de diseño que llevas a cabo, sus posibilidades, su finalidad y todo el material que se derivará de él.

Entonces, cuando el cliente te expone su necesidad (y te abre las puertas de sus ideas), da comienzo una charla distendida en la que todo lo que él necesita, sin aun existir, parece posible.
Y ambas partes se dejan llevar para hablar, sin una concreción aun sólida, de objetivos, costes, materiales, funciones, colores, texturas, tecnología, procesos, optimización, acabados, curvas, líneas, usuarios, mercado, comunicación, usos y emociones. Sobretodo emociones…

Nada existe pero todo cabe. En aquella sala ahora mismo todo es fabricable. El diseño, junto con la empresa, puede hacer que exista y que sea de la manera que se presume. Todo se antoja, por lo menos para la parte que descubre ahora más en profundidad el diseño, fácil y asumible. O cuando menos controlable.
Si hasta por un momento casi podemos ver la solución dibujada en la densa atmósfera que se ha creado por un brainstorming improvisado.
Y a pesar de la incertidumbre que todo proyecto lleva incorporado en su ADN, la solución parece que solo es una cuestión de trabajo y tiempo.

Al acabar la reunión se ha formalizado un vínculo que sólo depende ya de nuestro trabajo. El cliente te despide ilusionado y esperanzado. Feliz de encontrar en el diseño un nuevo aliado con el que emprender nuevos caminos para llegar a nuevos horizontes.

Cómo las novias, las primeras reuniones siempre se recuerdan, para bien o para mal porque también se tuercen. En cualquier caso marcan siempre la relación con los clientes. Son encuentros fundamentales y sinceros donde se difumina la línea entre las personas y los profesionales.
Si tienes oportunidad de vivirlas; disfrútalas. Porque no todos los clientes te darán la oportunidad sincera de que les hables de tu trabajo desde la esperanza que ellos anhelan.

Mayo 2014