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Análisis tecnológico del proyecto de diseño industrial. Su viabilidad

Conozco el trabajo de muchos estudiantes y recién titulados en diseño industrial. Una gran mayoría siguen mostrando, bajo mi punto de vista, una enorme carencia en la aportación de soluciones técnicas-constructivas de sus proyectos. A su favor, cabe reconocerles, eso si, la enorme capacidad creativa y conceptual que poseen.

Es comprensible que incorporando esta enorme carencia resolutiva a sus proyectos se enfrentarán seguramente con serios problemas de diseño (en general) porque el diseño industrial ha de contemplar estas soluciones y porque de este tipo cuestiones dependen factores tan importantes como el coste y la propia viabilidad de un producto. Al margen de lo más básico resulta difícil saber como son capaces de dibujar y estructurar los proyectos sin conocer en realidad qué es lo que están dibujando y/o cómo se aplicarán las soluciones.

Es posible, pues así lo han aprendido muchos, que no sean ni tan siquiera conscientes de esta falta. Lamentablemente muchos entienden así el diseño industrial, piensan que llegado el momento delegarán las ideas a otros profesionales que se ocuparán de lo que ellos no han hecho; aportar soluciones.
Pero, ¿conocen el coste de este traspaso de responsabilidades?, ¿saben que el proyecto puede tener enormes variaciones en las que ellos ya no podrán intervenir?, en definitiva, ¿saben que con este procedimiento perderán de vista su propio trabajo y que los conceptos pueden no mantenerse?. ¿Son capaces de imaginar que adecuar una forma no diseñada previamente en base a su tecnología de transformación puede suponer un cambio tan radical que no merezca la pena seguir?

A todos ellos debemos decirles que el diseño industrial no solo se ocupa de la parte creativa de los productos o simplemente de las ideas, nada más alejado de la realidad, el diseño industrial es responsable e interviene durante todas las etapas de desarrollo de un producto, desde su concepción hasta su homologación, puesta en el mercado y servicio postventa.
Por desgracia, mediante esta dinámica parece que están aprendiendo solo una parte de la disciplina y eso es un grave error académico que estamos cometiendo y tolerando año tras año.

Quizás puede que esté equivocado, en cuyo caso me alegraría mucho, pero si analizamos los planes de estudio de la mayoría de centros donde se imparte diseño industrial podremos encontrar, en la mayoría de casos, que a nivel docente falta una asignatura de peso que sirva de enlace entre las ideas de los estudiantes y la realidad industrial existente más allá de los muros de las universidades.

Aun hoy se suelen puntuar los proyectos de diseño industrial principalmente en base a su mérito creativo-conceptual, teniendo muy poco peso realmente la viabilidad industrial de la idea, entendida en toda su magnitud, se premia normalmente el enunciado y no el desarrollo.
Imagino que este tipo de valoraciones se han amparado siempre en aquella creencia, ahora sabemos que errónea, de; “hoy día todo se puede fabricar” o “si no existe se inventa”. Pero esto no es así y lo sabemos todos. Los sobre-costes o dificultades que pueden motivar un proceso no estándar, o simplemente no contemplado, pueden provocar la inviabilidad total y real de un producto. No olvidemos que se diseña bajo la finalidad de la existencia: Plantear y fabricar bienes de consumo que puedan introducirse en el mercado, que puedan venderse (obteniendo beneficios), llegar a los usuarios y a la fin disfrutarse. Si por alguna razón se rompe esta secuencia, la idea no será jamás viable o mejor dicho, pocos asumirán el coste incontrolado para hacerla realidad.

Puede que sea por esta razón por la que hoy día podemos encontrar, con mucha frecuencia en el mundo estudiantil, esas propuestas de diseño industrial que, vestidas como buenas ideas, son en realidad solo fuegos de artificio porque no son factibles ni procesables por las industria ni por el sector empresarial. Ideas que no se sostienen técnica ni económicamente y que se alejan de la posibilidad de incorporarse al mercado generando riqueza.
Las ideas o los conceptos no valen nada si lo que se plantea no ve la luz porque no es viable y/o no encaja en aquel “espacio” para el que han sido generadas. No nos engañemos, las ideas imposibles, no fundamentadas, no tienen valor alguno. El auténtico valor está en que la innovación sea factible y pueda ser siempre una realidad.
El valor del diseño industrial no está, como parecen avalar algunos, en plantear algo que nadie haya pensado antes sino en que aquello que aun nadie ha pensado pueda ser real mañana. Esta premisa hace que tener ideas innovadoras sea mucho más difícil, ¿verdad?. Pues este es el trabajo diario del diseñador industrial profesional asentado en la realidad.

Cuando me refiero a esa “asignatura” ausente, me refiero a que no existe una asignatura pragmática y ejemplar debidamente estructurada que sirva, no solo ya para entender que todo aquello que pensamos y dibujamos tiene un coste y unas consecuencias sino que además existen siempre alternativas que nos permitirán derivar el proyecto a niveles máximos de optimización.
Una asignatura que nos permita adquirir los conocimientos necesarios, centrados siempre en casos conceptuales prácticos (los de los propios alumnos), que permita mejorar sus propios planteamientos futuros y poder hacer realidad sus ideas.
Conocer los procesos industriales que permiten fabricar los proyectos nos dota principalmente de la capacidad de saber entenderlos, dibujarlos, pensarlos e imaginarlos previamente tal como serán. Nos permiten llevar al límite los diseños y nos abren caminos de forma clara y segura. Y esa es, como puede entenderse, una capacidad que agiliza el proceso de diseño industrial, minimiza errores, amplia la visión general del proyecto y por qué no decirlo, evita la frustración de los futuros profesionales que el día de mañana podrían ver cuestionados sus diseños por empresarios y técnicos.

Pienso en una clase abierta, ligada totalmente a la asignatura de proyectos, donde se expongan propuestas y donde se analicen y debatan rigurosamente sus posibles soluciones y las diversas repercusiones que éstas tienen en el ámbito general del proyecto como la economía, la funcionalidad, el mercado, etc... Un encuentro entre lo imposible y lo factible para entender las reglas que permiten hacer realidad las propuestas de los estudiantes, por lo menos de una forma teórica pero siempre fundamentada y justificada en la realidad existente.

No conocer las posibilidades tecnológicas que nos ofrece hoy día la industria es trabajar de forma muy limitada y mermada, de esto no hay duda, pues los estudiantes están restringidos a su propio conocimiento. No pueden disponer de todas las herramientas que hoy les ofrece la tecnología y estarán obligadamente limitados. En el mejor de los casos, cuando por casualidad el proyecto sea viable, creerán haber descubierto “la sopa de ajo” y quedarán expuestos a la evidencia de su propia ignorancia.

Conocer de forma fiel, desde un punto de vista práctico, todos los procesos y tecnologías posibles que permiten fabricar un producto y cómo estas variables afectan al propio proyecto, pese a lo que podría parecer, no es limitar el nivel imaginativo o creativo de los estudiantes sino que la creatividad podrá ir siempre un pasito más allá de lo que es posible, pues lo posible ahora si que lo conocemos. Si comprendemos que solo podremos dar un paso más habiendo dado un paso anterior podremos entender que este tipo procesos creativos son los más idóneos para hacer factible las propuestas aparentemente más innovadoras o inviables a primera vista.

No debemos dudar de que los estudiantes de diseño industrial tienen un enorme valor creativo. Seguramente porque sus cabezas están muy frescas y sus ideas, impregnadas de ilusión, pasión y energía, se mantienen alejadas de la deformación de la experiencia. Por el bien de todo este potencial creativo creo que deberíamos canalizar todos los esfuerzos académicos a dotarlo de una realidad que ahora les es ajena.

Implementar una asignatura de este tipo en los planes de estudio actuales del diseño industrial no debe de ser ni muy costoso ni muy difícil. Por lo menos, de lo que si podemos estar seguros, es de que obtendremos más beneficios que perdidas. ¿Empezamos?

Quizás esta sea, en todos los sentidos, nuestra asignatura más pendiente.

Puedo reconocer que esta percepción sobre las carencias académicas que expongo sea errónea. Y que en muchos centros exista este tipo de asignaturas puente entre el concepto y la realidad. No lo niego. Pero de ser así, visto el nivel de muchos estudiantes y jóvenes diseñadores industriales, lo que no podrá negarse es que algo está fallando en el seno académico del diseño industrial.

Septiembre 2011