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Respuestas en las ondas. Inteligencia económica y Diseño Industrial

El pasado día 13 de octubre fuimos invitados (ozestudi) a participar en un programa de radio sobre innovación, empresa y diseño industrial llamado "Inteligencia económica" dirigido por Gabi Morales para la cadena local RadioSabadell.

Cómo resultó una experiencia nueva de lo más enriquecedora y el tema circulaba lógicamente en torno al diseño aquí os dejo el guión inicial de lo que iba a ser la charla, aunque el tiempo y la improvisación variaron sustancialmente el contenido.

De la idea al producto pasando por un Diseñador Industrial. ¿Por qué no es lo mismo tener una buena idea que hacer que la idea tome cuerpo?

El hecho de tener una buena idea, que además no abundan y lo hemos podido comprobar desde oZ, estudi en que muchas veces desgranando esas buenas ideas se desinflan mostrando que solo eran humo, no tiene porque ir acompañado del hecho de tener el conocimiento suficiente como para llevarla a cabo. Es más, por norma general esa “buena idea” siempre es un “elemento abstracto” que plantea futuribles muy generales y sencillos que parten meramente de la observación pero que posteriormente precisan de muy diversos profesionales, conocedores de unos determinados y concretos procesos, tecnologías, medios y recursos, para que ésta se materialice de la forma más adecuada.
Esto es así porque para el desarrollo de una idea intervienen, en la mayoría de los casos y por norma general, muchos más factores de los que se prevén, o podría pensarse, a primera vista. Factores que deben contemplar por encima de todo a la industria que materializa esas ideas, a los mercados que las introducen y a los usuarios que las usan en forma de producto.

Para entender mejor que son dos cuestiones diferenciadas podemos poner el siguiente ejemplo:

A partir de la observación alguien puede tener la brillante idea de pensar:

- "Si los rallos del sol calientan mi piel cuando me expongo a ellos, ¿Cómo se podría canalizar la energía del sol para convertirla en energía térmica y generar agua caliente sanitaria de uso doméstico?". Seguramente alguien se hizo esta pregunta para que hoy día podamos tener colectores solares térmicos.

La idea es un concepto realmente muy sencillo y general que no requiere de ningún tipo de conocimiento previo más allá de la pura observación y cierta capacidad de lograr hacerse preguntas interesantes. Ahora bien, para llevar a la práctica esa idea y materializarla en un producto deberemos pasar seguramente por recurrir a disciplinas tan variadas y diferentes como la física, la química, la ingeniería, la electrónica, el marketing,.... y claro está el diseño industrial.

Esto no quiere decir que no existan personas que pueda tener buenas ideas y llevarlas a cabo, pero por norma general no es así y queda lógicamente demostrado o justificado con la existencia del diseño industrial.

Existen emprendedores que antes de crear una empresa tiene intención de crear un producto para venderlo. Este sería el caso de los inventores. ¿Se han de tener conocimientos previos para poder crear un producto?

De entrada si. Y cómo se deriva de la respuesta anterior, en la mayoría de los casos, deberá delegarse además su desarrollo a profesionales diversos.

Un PRODUCTO es algo mucho más complejo que aquel elemento material que podemos vender, comprar, tocar y/o usar. Es un elemento que debe poder fabricarse, tener una función central que soluciona una necesidad (con mayor o menor efectividad) e introducirse en un mercado en el que competirá con sus análogos tanto en precio como en prestaciones y que deberá relacionarse posteriormente con los usuarios.
Así que podrá entenderse que existen una serie de factores tales como los económicos, los industriales-tecnológicos, los sociales y los culturales que deben estar contemplados en el desarrollo del PRODUCTO para que éste pueda hacerse realidad.
Y no contemplar este tipo de factores, que muchas veces obvian los inventores, en el desarrollo de una idea o en la creación de un PRODUCTO es lanzarse al vacío y muy seguramente lograr el fracaso más estrepitoso.

Referente a este aspecto si que debo ser algo más crítico porque los diseñadores industriales concebimos una enorme diferencia entre nuestro trabajo y el trabajo de los inventores.
Sabemos que muchas veces los medios de comunicación mezclan las cosas pero básicamente el diseñador industrial trabaja, como he citado antes, contemplando factores económicos, sociales, industriales-tecnológicos y culturales que obligan a concebir un producto para que sea de una u otra determinada manera en función de un fin preestablecido. Los inventores en cambio, y por formación, pocas veces contemplan este tipo de factores centrando toda la responsabilidad del éxito en el propio invento.

Esto no quita, que existan INVENTOS que han acabado siendo productos de éxito (y que todos tenemos en la cabeza como el chupachups, la fregona, la pinza de la ropa, etc..) pero nuevamente es la excepción contada.
Consideremos que el diseño industrial es una herramienta que busca la garantía de mínimos. Es decir, posibilitar que un producto vea la luz y salga al mercado con garantías vs a las reglas a las que tendrá que enfrentarse. Y sobre todo, y es el factor radicalmente diferencial, es que el diseño industrial reinterpreta y/o mejora lo que ya existe y los inventores aportan "artefactos" inexistentes hasta el momento.

Yo diría que un inventor es una persona con una buena idea de partida que precisará obligadamente de otros profesionales que adecuen esa idea a una realidad de mercado en forma de producto.

¿Qué habría de hacer un emprendedor, o en este caso un inventor, si tiene una idea para hacer un producto pero no tiene los conocimientos?

Lo más inteligente que podría decirle es que busque y contrate a un diseñador industrial para que éste le asesore y/o le ayude a que esa “idea” o “invento” pueda convertirse en un PRODUCTO.

También nos podemos encontrar con un emprendedor que quiere mejorar un producto ya existente y crear uno nuevo. ¿Cómo se ha de plantear esta nueva creación?

Le diría de entrada que ha elegido un buen camino. Existen muchísimos productos que no funcionan de forma óptima por lo que su correcta solución, o por lo menos aportar mejoras, supondría tener cierta cota de mercado garantizada. Pensemos simplemente en cuantas manetas de puerta no se cogen bien, cuantas lámparas no iluminan lo que debieran, cuantos utensilios de cocina no son funcionales, lo mal que se cogen algunas tacitas de café,…. Así que adelante, tendrá trabajo para muchos años.

El diseñador industrial se enfrenta en la mayoría de casos a esta ecuación, tiene el encargo de diseñar tipologías de productos que ya existen así que el diseño se basa principalmente en aportar mejoras funcionales, matéricas, económicas, etc.. Aportar siempre cierto nivel de innovación porque sino solo contribuiría a una saturación de mercado.

En referencia a la innovación y reafirmando que el diseño de productos existentes es la dinámica cotidiana del diseñador, es importante también decir que un producto no tiene porque ser siempre innovador al 100%. Es un error pensarlo y además supone un reto enorme que derivará seguramente en excesivos e innecesarios esfuerzos. De hecho la innovación puede, y así suele ser, estar presente solo en un % del producto, por ejemplo en el planteamiento de nuevos materiales, en la mejora de una función, en lograr mejores prestaciones, reducir precios, aportar ciertas mejoras de uso, etc… Así que normalmente siempre existe innovación parcial, por denominarla de alguna forma, porque además generar un producto innovador al 100% puede ser una apuesta muy, muy arriesgada.

¿Porqué?

Porque el usuario y/o el consumidor debe ser capaz de decodificar el producto, de entenderlo e integrarlo en su entorno artificial y cultural. Un producto radicalmente novedoso es muy difícil que sea absorbido por el mercado porque no logra encontrar usuarios de destino. Debemos dejar siempre representados ciertos referentes existentes en los que puedan apoyarse y con los que puedan identificarse los usuarios.

¿Compraríamos coches totalmente esféricos?

Seguramente aun no porque no los entendemos y romperían nuestro contexto cultural.
Como ejemplo es interesante decir que los coches que podremos ver y conducir en el año 2100 muy seguramente ya se han dibujado y/o pensado hoy día (el diseño siempre trabaja como mínimo 5 años vista pero a veces va mucho más allá como es el caso del sector de la automoción y/o aeronáutica) pero no se fabrican porque supondrían un cambio que implicaría un “descuadre cultural” que el usuario no lograría asimilar y el mercado no se preocupa por ello en procesarlos.

Hablemos de tu profesión, ¿Cuál es la función de un diseñador industrial?

Me gusta decir que el diseño industrial es el mediador entre las necesidades de la industria o de las empresas y los usuarios. Planteamos productos con los que la industria o las empresas en un primer término adquieren un beneficio directo y aportamos además soluciones (que son a la fin también beneficios) que hacen más cómoda la vida de las personas. En cierta manera, aunque podría sonar quimérico, intentamos mejorar las sociedades generando o dinamizando a la industria y a los mercados y haciendo más amena la vida del ser humano. Así que no debemos olvidar tampoco el valor social o comunicativo del diseño que nos permite también “alimentar” el espíritu de las personas a través de productos con los que el ser humano puede reflejar su cultura o su propia personalidad y razón de ser.

En un plano más descriptivo y siendo muy breve y sintético podemos decir que el diseño industrial se encarga de determinar las propiedades físicas y estructurales de los objetos. Plantea, sometido a unas pautas preestablecidas y a través de una estricta metodología, soluciones que acaban siendo reconocidas como PRODUCTO que se incorporan a los mercados y que aportan diversas soluciones ante las necesidades de los usuarios.

En el caso de crear un producto para una empresa, ¿Que se prioriza, la innovación o la economía de los componentes?

La verdad es que son dos cuestiones muy relacionadas, casi indivisibles diría yo. Por lo general es el diseño industrial el que plantea siempre el % de innovación de los productos porque la empresa se centra normalmente en la economía, como es lógico. Las empresas demandan productos y soluciones altamente competitivas pero normalmente éstas pasan por la innovación y/o la incorporación de nuevos procesos y/o alternativas que permite este ajuste de costes.

Aunque pueda pensarse lo contrario el diseño industrial tiene en realidad poca libertad en el sentido de que la idea principal y todo el pliego de condicionantes del producto (briefing) viene determinado al detalle, casi siempre y con anterioridad, por la empresa que contrata tus servicios. Esto reafirma además la pregunta inicial porque las empresas saben siempre que es lo que desean hacer, es decir tienen las ideas, pero no saben llevarlo a cabo contemplando una serie de reglas.

¿Que busca un cliente en un producto nuevo?

Partimos de la base de que un cliente es habitualmente una industria y/o una empresa así que lo que primero que le demanda a una solución de diseño es que su producto se incorpore con las máximas ventajas al mercado y que éste pueda llegar al máximo número de usuarios y/o clientes. Es decir que genere beneficios materiales.
Al margen de este parámetro obligado buscan un producto singular y particular, que ajustado a su filosofía de empresa, permita también que los usuarios perciban valores positivos de la empresa fabricante para lograr así cierta fidelización de futuro. Y lógicamente la calidad y la optimización, en todos los sentidos, se presupone intrínseca al proceso de diseño industrial.

¿Qué valor le da el cliente final al diseño del objeto que está comprando?

Esta es una pregunta compleja que me hago últimamente y es una pregunta difícil de contestar brevemente.

De entrada podemos decir que en el momento en que un usuario compra un producto, un objeto, ya le está otorgando un cierto valor. Pero contestando la pregunta diría que el valor que da el cliente final o usuario al objeto circula principalmente por dos caminos; uno es que a nivel funcional el objeto le solucione algún tipo de carencia o necesidad y otro es que a nivel espiritual-cultural el objeto le permita mejorar su entorno y hacerlo sentir más cómodo y feliz. Todo lo que se pueda mejorar en estos dos sentidos es en realidad el denominado “valor añadido” y es lo que permite que un usuario desee un producto frente a otro similar.
Sobre este último valor citado, el añadido referente a lo simbólico, creo que lo más importante es que el producto o el objeto, una vez esté solucionado a nivel funcional y técnico, esté cargado intelectual y culturalmente con algunos valores. Solo si el producto tiene esta carga simbólica a través de su intencionado diseño industrial algún día podrá ser descubierta y será un valor para el usuario. No olvidemos que el gusto se aprende y los usuarios siempre podrán descubrir en los productos cuestiones más allá de las aparentes.

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El programa, que recomiendo totalmente, está dedicado al mundo de los emprendedores y se emite todos los jueves por el 95.6 de la FM a las 13.00 y las 20.00 Horas.

Descárgate aquí el audio.

Octubre de 2010