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Diseño Industrial: Un proceso entendido como una carta de navegación

(…) una lámpara, una silla, un reloj, un microondas, un cubo de fregar, un televisor, un ipad, una grapadora, una farola, un banco urbano, una impresora, un portátil, un plato, un tenedor, un sofá, un maletín, una pica lavabamanos, una baliza, una linterna, un yate, una hormigonera, una pala, una sombrilla, una pulsera, una cama de hospital, un ascensor, una silla de ruedas, un coche, un avión, una caja de herramientas, un ratón de ordenador, una cocina solar, una bañera, una maneta de puerta, unas gafas, un sonajero, una cuna, un juguete, una botella, un zapato (…)

Todos estos objetos son muy diferentes entre sí los unos de los otros y también presentan complejidades muy diversas pero tienen para el diseñador una cosa en común: El Diseño.
Y no hablo de un diseño resultadista, presencial, superficial o formal sino que me refiero más bien a un diseño industrial entendido como aquel proceso metodológico mediante el cual todo diseñador es capaz de navegar sobre la intrínseca incertidumbre que alberga todo nuevo proyecto.
Así pues, toda lista imaginable de objetos comparte un estadio común destinado a la solución de sus problemas y hace posible que todos se asienten en un mismo plano de realidad.

A pesar de no conocer en muchos casos el universo que rodea cada objeto, cuando nos llega cualquier tipo de encargo y/o consulta de diseño, no nos planteamos el hecho de si existe o no una solución y/o lo compleja que ésta pueda ser. Damos por sentado con total naturalidad y desparpajo que existirá y que además seremos capaces de encontrarla.
Bajo esta convicción, nuestra preocupación inmediata es la de definir de la mejor forma posible el proyecto, calcular los tiempos, el esfuerzo a derivar y los recursos para trasladarle al cliente una oferta económica del trabajo a desarrollar. Y desear que nos diga: Si. Sin preocuparnos en ese momento del agujero negro que supone ser enfrentarse al PROYECTO, ni ser muy conscientes de que normalmente no tenemos ni idea y que, ni tan siquiera sabemos la mayoría de las veces, nada al respecto de esa tipología concreta de producto.

Pensemos por un momento en todo esto para entender su magnitud. Podemos diseñar todo tipo de objetos/productos. Reitero: Todo tipo. Y de la gran mayoría de ellos no sabemos nada, o apenas nada cuando nos enfrentamos a ellos como diseñadores por primera vez.
Si lo pensamos bien da un poco de vértigo. O mucho. Por lo menos a mi me lo da. Por si no fuera poco, muchos proyectos suponen ser la primera oportunidad para oír hablar de ciertos conceptos, técnicas, disciplinas, ciencias, mercados y funciones que son parte inherente de sectores desconocidos para nosotros y que vienen además acompañados de toda una larga lista de palabras específicas que, por si no tuviéramos bastante, suelen ser aspectos cruciales para la solución de los proyectos.

A pesar de todo, seguimos en cada encargo embarcándonos hacía una aventura desconocida, seguramente porque todo encargo, por alejado que esté de nosotros y de nuestro conocimiento, tiene cierta familiaridad. El "Proyecto" acaba convertido en nuestro medio, es ya nuestro refugio.

Es posible que aceptemos con plena normalidad la incertidumbre de navegar hacia nuevos horizontes porque somos conscientes de que da mucho menos miedo teniendo al diseño industrial como ruta de navegación. Como método. Como guía.
Si se me permite la metáfora, el diseño industrial iría un poco de esto. De saber navegar y de aventuras. Y al igual que los capitanes de aquellos barcos que buscaban nuevas tierras y continentes, nuestra preocupación y capacidad como diseñadores se basa principalmente en saber navegar y mantener a flote el buque buscando tierra.
Luego los vientos, las mareas, los marineros que comparten con nosotros el viaje, la suerte, el instinto, la pasión y nuestras decisiones, nos llevarán a uno u otro lugar. Solo faltará saber si será tierra nueva o ya conocida.

En cualquier caso podemos estar seguros de que todo proyecto es un viaje apasionante de constante aprendizaje... En fin, no se que pensáis…

Septiembre de 2013