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La niebla entre el diseño industrial y las empresas

Ateniéndonos a los datos más recientes, desde el 2008 el porcentaje de exportaciones -un índice que podría llegar a tomarse cómo referencia en base a la implantación del diseño en nuestras empresas si no viviéramos en un espejismo- se ha incrementado en nuestro país un 21% y representa actualmente, en referencia al PIB, el 34% superando a países como Italia o Francia en este sentido.

Nadie negará que podrían ser datos realmente buenos. Muchos así los ven pero para nuestro sector no lo son tanto. No lo son nada.
Si analizamos los números con el rigor necesario podremos descubrir que esta evolución positiva de las exportaciones así como el incremento de empresas exportadoras (en torno a un 10%), responde exclusivamente a una mejora de la productividad que se ha logrado a costa de la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores y de algunos otros privilegios. Es decir, la competitividad de nuestras empresas no está basada realmente en la comercialización de unos productos de gran valor añadido, excelencia e innovación –diseño- sino que se sustenta objetiva y sencillamente en un abaratamiento social que pagamos todos.
De esta forma, si la competitividad de nuestras empresas y su capacidad exportadora no están relacionadas directamente con el diseño y la innovación podemos pensar que, o se está haciendo muy mal diseño en España -cosa que dudo- o bien éste no se está implantando realmente en el seno de las PYMES en la medida que sería deseable.

Reconozcámoslo. El diseño industrial no acaba de desempeñar el papel que le corresponde o aquel que muchos creemos que debe asumir. Después de 60 años nuestro diseño aún no va de la mano de las empresas e industrias en un porcentaje que nos haga pensar que es realmente un elemento estratégico general.
Las excepciones no hacen regla y las 100, 500 o 3.000 empresas españolas que pueden presumir de incorporar el diseño en su ADN siguen siendo una inmensa minoría del total que no permitirán soportar toda la carga de la economía en el futuro. Tengamos claro que este no es el camino. Esto es solo un parche. Uno más de otros tantos que estamos aportando para salir de la crisis a cualquier precio.

Esta falta de comunión entre el diseño y las empresas es grave. Mucho más de lo que nos podemos llegar a imaginar. Las empresas que no incorporan el diseño en sus planteamientos son más débiles y están más desprotegidas desde el punto de vista de las oportunidades económicas y mercantiles derivando, en una coyuntura de crisis como la que estamos viviendo, en una sangría devastadora que está, no solo desgastando nuestro sector industrial, que ve reducido año tras año su peso real –de nuevo debemos remitirnos a un análisis riguroso de los datos- dentro del PIB, sino que afecta a muchos otros sectores debilitando todo el sistema económico general del país. Sin hablar ya de las reducidas perspectivas de futuro y de la nula adaptación que sufrirán las empresas que no contemplen el diseño (y la innovación) en su estrategia.

Somos muchos los que reconocemos que esta falta de sintonía es en parte culpa nuestra. Es decir del propio sector del diseño. De los diseñadores y lógicamente de todas y cada una de nuestras voces más públicas.

Si revisamos con escrupulosa objetividad como se explica y/o se muestra el diseño desde las diferentes plataformas, asociaciones, revistas, entidades y/o medios que actúan –aunque muchas veces no quieran reconocer este papel- como auténticos divulgadores públicos de la disciplina, podremos advertir la variedad de enfoques y finalidades que se lanzan constantemente sobre nuestra profesión. Visiones interesadas que muchas veces, o la mayoría de ellas, nada tienen que ver con la realidad de esas empresas y las soluciones que necesitan con urgencia. Incluso me atrevería a decir que nada tienen que ver con el diseño en un sentido estricto.

Así pues, podemos decir que muy pocos -o nadie- desde nuestro sector les habla a las empresas en términos económicos ni competitivos. Y aunque pueda parecer lo contrario nadie les habla tampoco de proyectos de futuro y de la adaptación que tendrán que realizar en un nuevo marco industrial, social y económico que está por venir.
No hemos logrado idear y unificar un idioma común mediante el cual las empresas logren entender con claridad el mensaje que queremos trasladarles y todo lo que podemos aportarles.
Para la gran mayoría de las empresas e industrias (PYMES con problemas que precisan de una realidad más pragmática) el diseño sigue siendo algo superfluo, problemático y aparentemente frívolo. Alejado totalmente de una realidad que viven a diario. Una interpretación extraída de la pésima divulgación que hacemos de nuestro trabajo y, paradójicamente, también derivada de la estrategia de muchas empresas que solo se limitan a vender “diseño” como una palabra que incrementa el valor de unos productos que en realidad poco diseño albergan.
Una percepción que se traslada también a muchos otros estadios de la sociedad y que se generaliza en la creencia de que el diseño es algo superficial.

Desafortunadamente, tirándonos piedras contra nuestro propio tejado, nos hemos limitado durante todos estos años a mirarnos el ombligo y a promocionarnos sólo entre nosotros mismos –los diseñadores- sin caer en la cuenta de algo bastante obvio: Sin las empresas no somos nada y ellas sin nosotros tienen un futuro mucho más difícil. Y en conjunto, si no remediamos la situación, la sociedad será menos próspera.

Con esto no quiero negar la variedad de posiciones que puede tener el diseño. No cuestiono en absoluto la multitud y la validez de enfoques que el diseño presenta actualmente. Pero esta diversidad de posiciones resultan también ser hoy día tan dispares –y en gran medida erróneas- entre si, en lo que respecta al fondo, que más que enriquecer la promoción del diseño y la propia disciplina, lo que provocan en realidad es enturbiarla.
Tenemos que reconocer que entre el diseño y las empresas no fluyen los mensajes más importantes porque hemos generado entre ellas y nosotros una niebla que distorsiona la realidad entre un lado y otro.

Cómo he dicho el diseño tiene gran parte de culpa. O toda. El peso de nuestra voz “publica” (de aquello a lo que es fácil acceder y/o se establece como modelo y referencia) es tal que, actualmente la mayoría de jóvenes entienden el diseño industrial desde unas excepciones a las que la mayoría no van a poder llegar porque son en si mismas casos únicos no extrapolables.
Estas distorsionadas propuestas se fundamentan además en una precariedad académica que están viviendo la mayoría de los estudiantes (y futuros diseñadores) que sumadas a esta idílica visión del diseño que se nos lanza constantemente, harán que su trabajo no sea en realidad competitivo cuando mañana se enfrenten al mercado laboral. Y esto si que es un problema, tanto para ellos mismos como para el resto del colectivo porque seguiremos espesando la niebla que nos separa de las empresas y estaremos un poco más perdidos.

Yo como diseñador asumo mi responsabilidad. Intento hablar siempre de soluciones y de procesos más que de resultados o formalismos. Me consta que como yo, otros muchos asumen también esta responsabilidad e intentan ser mucho más críticos con la divulgación del diseño y nos vienen ofreciendo, en medida de sus posibilidades, un menaje claro sobre nuestro trabajo y lo que éste puede hacer para las empresas.

De igual manera que nos exigimos a nosotros ahora toca exigirles, a todos aquellos que tienen la responsabilidad de hablar del diseño en tercera persona, que lo hagan en unos términos adecuados pero sobretodo que lo hagan de forma consensuada y realista. Con una clara mirada al futuro. ¿Tan difícil es ponernos de acuerdo?¿Existen tantos intereses cómo para no pueda aflorar una realidad común necesaria?

Sinceramente no lo se. En cualquier caso pienso que debemos hacer todo lo posible para disipar la niebla que nos ciega y que nos separa de las empresas. Nadie dice que sea una tarea fácil. Seguramente necesitaremos muchos años para replantear la estructura de nuestras universidades, escuelas, publicaciones y asociaciones, pero no caben muchas más posibilidades -por lo menos yo nos la veo- si queremos un diseño industrial fuerte, con sentido y decisivo en el papel que le corresponde.

Este artículo se escribió originariamente para el segundo número de la publicación Proyecta 56. Una publicación divulgativa del diseño industrial que os invito a conocer y seguir por las excelentes colaboraciones, artículos y pensamientos que allí se plasman.

Enero de 2014