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El desafío de diseñar un país


01 Diseño como síntoma de esperanza

Hoy el diseño industrial se enseña en universidades de todo el mundo, sin importar las enormes asimetrías entre países: ricos o pobres, industrializados o no, con igualdad o desequilibrios sociales, … Allí donde existe una vida académica activa, el diseño industrial ha encontrado un lugar, despertando por igual las mismas pasiones.

Me he preguntado muchas veces qué sentido tiene estudiar diseño industrial en países con poca infraestructura productiva, es decir, con poca industria y diversificación. Porque no se puede exportar el 100 % del talento que se forma —y lo cierto es que no se hace—. ¿Dónde quedan entonces esos cientos y cientos de diseñadores sin oportunidades para desplegar su profesión con todo su potencial?
Quizá la respuesta es tan dramática como real: se instalan en la frustración y el desencanto.

Por esta razón, se dibuja un objetivo tan complejo como crucial para ese núcleo de diseñadores y diseñadoras, que sois la inmensa mayoría: no solo el de diseñar objetos, sino también el de diseñar un país en que el podáis desarrollaros.

En contextos con escasa industria, pero con pasión por el diseño, el rol de los diseñadores se vuelve aún más trascendental. Son llamados no solo a ser creativos, sino a convertirse en agentes de cambio, motores de transformación; intelectuales comprometidos con imaginar y construir una sociedad diferente y sobre todo mejor.
Hoy más que nunca, el diseño industrial en esas circunstancias necesita recuperar su dimensión intelectual, su compromiso social, su capacidad de incidir en la estructura misma de lo que somos y de lo que podríamos ser.

No debe tomarse como referencia al diseño actual, que debemos admitir que está sobrepasado y desplazado hacia la superficialidad y la abundancia, sino que debe emerger un diseño más ancestral -iniciático-, como aquel que permitió el crecimiento de la industria en otros lugares. Y lo más importante: debemos aprender a mirar allá donde nadie ha mirado para encontrar un diseño generador de oportunidades.

Es la hora. El diseño industrial, en esa coyuntura, debe ser mucho más que una profesión práctica objetual: debe ser un acto de futuro.

Pero un país no se diseña con ocurrencias. Este tipo de diseño del que hablo no es decorativo ni superficial, exige una profunda carga intelectual. Requiere diseñadores que, como pensadores comprometidos, estén dispuestos a hacerse responsables del futuro -del suyo y el de los demás- y que puedan proyectar nuevas formas de vida y todo lo bueno que un país puede llegar a ser.