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Charla Zabalik: Por lo menos, diseñar bien

En primer lugar me gustaría dar las gracias a todos los asistentes por su presencia e interés. Sin ellos este tipo de eventos no tendrían sentido. También agradecerles, de todo corazón, los comentarios tan positivos que posteriormente me trasladaron al respecto de la charla.
Y por último, agradecer a Gauzak la invitación y la oportunidad que me brindaron de ser padrino, junto a Arkaitz y Pablo Santos de las jornadas Zabalik, de las que espero que se conviertan en un referente para el diseño industrial de Barcelona.

Aquí os dejo el guión original que preparé y que utilicé para la charla pero si os interesa la metodología, la función del diseño y/o sus aspectos teóricos, en diferentes páginas de esta web se abordan todos estos temas con mucho más detalle.

Muchas gracias.


Todos coincidiremos en que freír un huevo es un proceso culinario relativamente fácil. Seguramente tan fácil como lo es el proceso de diseño. Y del mismo modo que los huevos fritos de dos cocineros diferentes pueden ser radicalmente opuestos, en todos los sentidos, los resultados de diseño también lo pueden suelen ser en función de quien lo lleva a cabo y de qué forma.
Pero lo importante no es que los huevos fritos -de los diferentes cocineros- sean diferentes sino que sean comestibles. De esta forma, tenemos que centrarnos en la finalidad de las cosas para entender que ésta depende, en gran medida, de los procesos que llevamos a cabo para materializarlas.
En diseño también necesitamos todos los resultados dentro de una corrección concreta que los haga válidos para el mercado y para los usuarios. Los diseñadores estamos obligados a diseñar bien y a seguir la receta igual que lo hace cualquier cocinero profesional; de forma escrupulosa y precisa.

En este sentido, y aunque no exista una fórmula magistral que nos permita a todos -por igual- los mismos resultados de diseño, si que podemos, al menos, asegurarnos de que estamos diseñando bien. Conocer el proceso de diseño a la perfección, saber utilizar los recursos de los que se disponen y tener experiencia -vivida o adquirida- son algunos de los secretos que pueden explicar los mejores resultados.

Cuando no existían las redes sociales ni todo este facilísimo acceso a una información casi infinita, es muy posible que diseñáramos mejor, quien sabe. Eran otros tiempos en los que el diseño también se enseñaba de forma diferente. Aunque en cualquier caso, por lo menos, lo que no era evidente era como diseñábamos cada uno de nosotros porque, a falta de medios, no exponíamos nuestro trabajo a diario, ni parcial ni totalmente.
No obstante, quizás si que diseñábamos mejor y a las pruebas nos podemos remitir. Hoy día, el mundo sigue inundado de aquellos fantásticos diseños que conservan perfectamente sus funciones y sobretodo su sentido.
Hoy, en cambio, los diseñadores exponemos nuestro trabajo (que no sus resultados) al mismo tiempo que lo ejecutamos y podemos afirmar, sin equivocarnos mucho, que se diseña mal. A veces; hasta muy mal. Y el que no lo advierta es ciego o poco crítico. Y los diseñadores no podemos ser, ni ciegos, ni tener la incapacidad de emitir juicios sobre nuestro trabajo y el de otros.

La red está plagada de fakes, de bocetos tan espectaculares como faltos de rigor y realidad, de mentiras y de diseñadores más que de clientes. Con este enorme volumen de material y teniendo en cuenta que el mundo artificial que nos rodea sigue sin funcionar muy bien, es fácil comprender que un elevado porcentaje de las soluciones vienen a mostrar objetivamente un mal diseño. Así que reitero; se diseña mal.

Y si añadimos, con la convicción que requeriría su importancia, que el diseño no solo es un agente económico e industrial de primera magnitud sino que es también un agente social que influye de forma directa en las vidas de las personas aportándoles un contexto, comodidad y herramientas para desempeñar su vida diaria, entenderemos que diseñar mal es algo insostenible. Así que por lo menos, como profesionales debemos exigirnos diseñar bien, que tampoco es algo imposible. Es más una cuestión de esfuerzo.

El diseño es una profesión que implica, entre otras muchas cuestiones, una gran dosis de autodisciplina y seguir unas pautas. Pero ya sea porque nos dejamos llevar muchas veces por los clientes y/o porque nuestro entorno nos exige cada vez plazos más cortos y soluciones más instantáneas, solemos saltarnos etapas del proceso de diseño.
No dudo de que nuestras escuelas de diseño nos enseñen bien pero, de ser así, parece que lo entendemos mal. Esto es algo muy evidente, no solo en los resultados que llegan al mercado y a la calle sino también a través de aquello que se muestra de nuestro propio trabajo en las RRSS.

Es posible que hayan sido los nuevos gurús del diseño y las nuevas presuntas corrientes, desde el Design Thinking a la producción impresa en 3D y los Makers, los que nos han hecho creer que el diseño nace desde estadios tardíos de prueba error y/o desde la constatación de lo físico (prototipo). FALSO. Estas corrientes, diluidas ya en muchos planes de estudio han ido acabando con la reflexión de los diseñadores vs el proyecto vs el objeto vs su propia teoría interna.

La gran mayoría de los planteamientos actuales del diseño nos enseñan a tener ideas en el entorno de lo físico cuando lo importante para el diseño es tenerlas en el entorno de lo abstracto, del pensamiento y de las palabras. Diseñar está más cerca de escribir que de esculpir pero muchos de los que proclaman estas nuevas líneas parecen no entenderlo o, en su defecto si alguna vez lo supieron, paracen haberlo olvidado para la desgracia de los que hoy se incorporan al diseño.

Así que para diseñar bien queda prohibido empezar pensando en imágenes. Tenemos que aprender y obligarnos a pensar en palabras. Y por descontado nada de lápices, por lo menos no para dibujar.

El diseño es proceso y método. Pero no cualquier método. La disciplina ya desplegó uno que permitía cumplir con sus propósitos así que lo primordial, para diseñar bien, es seguir la metodología de diseño que nos ha permitido llegar hasta aquí. Y la verdad es que hemos llegado más o menos bien desde el punto de vista de los planteamientos y su aplicación. Otra cuestión distinta es, como digo, que se cumplan o no.
Y esto que puede parecer conservador estaría más en el entorno de las garantías que, con todo lo que implica el diseño, es mejor utilizarlas vs experimentar en proyectos reales.

Empecemos. Lo primero de todo es disponer de una muy buena descripción del proyecto. Y sobretodo tener proyecto, claro. Esto significa tener una necesidad real detrás. No la de uno mismo sino la de un cliente. Y tener un Briefing: Pliego de condicionantes totales del proyecto. Sin esta pauta no habrá, muy probablemente, un diseño correcto porque no existirá realmente diseño.

En la descripción del encargo las palabras también juegan un papel vital. Mientras más neutros, extensos y detallados podamos ser en la descripción de nuestro proyecto más soluciones nos ofrecerá el proceso de diseño.
Si tenemos que diseñar una silla, no cometamos el error de pensar que tenemos que diseñar una silla. Hagamos un ejercicio de abstracción y definamos el objeto como una estructura para reposar el cuerpo en forma, normalmente de 4, que además nos permite una relación directa con una mesa y que presenta, normalmente, un apoyo para el trasero y otro para la espalda en una posición gradual que nos ofrezca la máxima comodidad para la tarea que desempeñamos cuando nos relacionamos con el objeto, como comer, estudiar, trabajar, descansar….

Este es, sin duda, un primer paso para diseñar bien. Hacer un buen ejercicio intelectual del encargo y tener un briefing ajeno a nosotros mismos lo más detallado posible.

Tras la definición iniciamos una concienzuda fase de información para conocer bien, no solo el propio artefacto en el caso de que existan referentes sino sobre todo para conocer el entorno en el que se implantará y el perfil de los usuarios que lo usarán. En este sentido, es obligatorio realizar una fase de información muy profunda y rigurosa basada en tres grandes bloques de búsqueda y análisis:

- Análogos al encargo recibido. Es decir, informarse de qué existe al respecto y cual es su historia.

- Análogos de la función o de lo abstracto. Es decir, buscar elementos que, sin ser concretamente la imagen estereotipada del objeto, nos permitan ejecutar parcial o totalmente las funciones que requiere nuestra solución.

- Referentes naturales o extrapolables. Es decir, buscar en la naturaleza o en la vida artefactos, elementos o cosas que, en cierta medida, se usen con fines parecidos o iguales a los que ha de desempeñar nuestra solución pero no tengan, a priori, nada que ver con nuestro objeto.

Pero la fase de información no es en realidad lo importante de la fase de información por extraño y contradictorio que parezca. Lo importante de esta fase es el análisis que hagamos de los datos recopilados y de la síntesis que extraigamos posteriormente porque nos dibujarán el proyecto con extrema nitidez y pulcritud. Eso si, con palabras.
Nuevamente el componente intelectual prima por encima de cualquier otra cosa en el proceso de diseño.

Ah, y no, no cojamos aun el lápiz, por favor. Este es otro aspecto para diseñar bien. No coger un lápiz antes de tiempo. Los dibujos los carga el diablo y muy seguramente no podremos escapar de ellos una vez nos "enamoremos" de alguno. Por ese motivo, es sumamente importante que cuando los hagamos estén cargados de sentido, intención y rigor. De esta forma, si surge el amor será para siempre. Que bonito, ¿verdad?

Los análisis de la información nos han de permitir entender de forma extendida todo el universo del objeto a diseñar, desde la especificidad de sus usuarios (en caso de tener perfil propio) hasta su función práctica de uso pasando por su valor emocional y/o comunicativo.
Una vez entendida la esfera del producto, todo lo que lo rodea, podemos empezar a dibujar nuestras primeras soluciones.

Ahora si, cojan el lápiz...¡Pero ojo! Los dibujos ya deben tener en cuenta también tres cosas:

- Todos los detalles posibles que se establecen en el briefing que deben ser económicos, matéricos, funcionales, estructurales, etc…

- La descripción de proyecto que hemos acuñado tan meticulosamente.

- La síntesis de la información analizada.

Esto inculcará a nuestras líneas una realidad siempre cercana al cliente, al mercado y a la industria. Y, ¿Quién puede decir NO a una realidad cercana? Esto nos permitirá trazar bocetos que contendrán cierta dosis de viabilidad y nos asegurarán cierto éxito.

Una vez seleccionadas aquellas propuestas que sean más completas en referencia al briefing deben contrastarse con el cliente. Es hora de otra gran etapa del proceso de diseño: Presentar la fase preliminar de ideas y/o conceptos al cliente.

Aquí nuevamente no debemos dejar nada a la improvisación ni escatimar esfuerzos. No podemos pretender que el cliente hable nuestro idioma y/o entienda nuestros dibujos por lo que deberemos exponer al cliente el proyecto debidamente justificado en forma de documento escrito y acompañarlo gráficamente con las propuestas detalladas lo más cercanas a la realidad posible. Toda información es poca, debemos ser claros y no omitir detalles.

Y cuando me refiero a los detalles, significa que aquello que no se ve no existirá y motivará un sinfín de preguntas –lógicas- que harán de nuestra reunión un infierno. No intentemos colarle nada al cliente, si hay algo importante en el proyecto debe esta reflejado y si no tenemos algo resuelto, la sinceridad y humildad es lo que mejor funcionará. A esto se le llama honestidad profesional.

Una vez seleccionada la idea que, muy seguramente habrá evolucionado hasta otro estadio tras el diálogo entre ambas partes, procedemos a darle solución tècnica-teórica al completo, lo que nos permitirá contrastar y certificar que todos los datos referentes a materiales, procesos industriales seleccionados, costes, ensamblaje, etc.. son correctos.

Nuevamente debemos validar con el cliente la solución que ahora deberá ser hiper-detallada en todos los sentidos, visual y documentalmente hablando.

Y ES AHORA CUANDO PENSAMOS EN PROTOTIPAR. Y NO ANTES, YENDO EN CONTRA LAMENTABLEMENTE DE NUESTROS QUERIDOS GURÚS.

Cuando los prototipos arrojen al 100% la garantía de que nuestro diseño es funcional e industrialmente viable en la medida en que se ha planteado dentro del marco que establece el briefing, solo entonces, podremos emplazar a nuestro cliente a que derive las inversiones necesarias para la fabricación del diseño. Lo contrario sería asumir un doble riesgo, desde el diseño y con respecto a las inversiones de nuestros clientes.

Diseñar bien añade más probabilidades de que un diseño acabe siendo una realidad. Y no solo una realidad sino la REALIDAD que necesita nuestro cliente porque, a pesar de la brillantez del resultado realmente habremos buscado la corrección. Y eso es un valor enorme en un mundo en el que se diseña mal.

No está demás decir que estos pasos no están reñidos, nada más lejos, con intentar siempre romper barreras e innovar. Hacer cosas nuevas y refrescantes. Hacer cosas diferentes cargadas siempre de emoción. Esta es la obligación de todo diseñador pues sin innovación el diseño también carece de sentido.

Créanme que diseñar bien solo depende de querer derivar esfuerzos y hacer las cosas bien. De ser metódico y pulcro.
Es obvio que muchos conocemos este procedimiento (metodologías al margen) por lo que no entiendo porque no lo ejecutamos. Seguramente estamos expuestos a factores que dificultan muchas veces llevar a cabo procesos rigurosos. Reconozco que en esta era de internet estamos tentados por los cantos de sirena de los gurús de nuestro sector. Pero atender esos cantos nos llevarán directamente al fondo de mar.

¡Buena suerte!

Espero muy sinceramente que este material os pueda servir de ayuda.

Junio de 2018