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Una hipocresía que evidencia la falta de una defensa sólida del diseño industrial

Desde hace un tiempo afloran las críticas públicas sobre ciertos “malos procedimientos” del mundo del diseño. Me refiero concretamente sobre algunos concursos y sobre notorias copias de productos nacionales.
Hoy estas dos prácticas se han convertido en el centro de las miradas de los guardianes del diseño. O mejor dicho de algunos estamentos que se vienen erigiendo como salvaguardas del diseño.

Últimamente la mayoría de los concursos de diseño son revisados con lupa por parte de unas asociaciones de diseño que -hay que decirlo- han estado aletargadas durante mucho tiempo. Puede parecer que al fin reaccionan y quieren velar de forma visible por los intereses de nuestra disciplina. Aunque bien pensado no les queda otra. Creo que están perdiendo terreno y empiezan así a marcar nuevamente sus posiciones forzadas por la presión de las redes sociales. Y es que si nuestras asociaciones no nos defienden, en realidad, ¿Para que sirven?
Tenemos que ser rigurosos y serios. Todos sabemos que concursos con dudosas bases los ha habido siempre. Y siempre, seguramente, los habrá.
Ya he comentado, en otras muchas ocasiones, que sin una legislación específica muy poco podrá realmente hacerse al respecto de una defensa seria y efectiva. Y no hay mucho más. Así que empecemos a enfocar el asunto desde esta perspectiva y sus posibilidades de solución.
El hecho que ahora las asociaciones estén encima de ellos, que se defiendan abiertamente unas mínimas condiciones dignas, que se critiquen ciertas cláusulas, etc... sin atender realmente a una solución estructural que es necesaría y definitiva, debería preocuparnos.

También nos hemos podido hacer eco, tanto en las redes sociales como en la prensa escrita, de noticias sobre escandalosas copias y/o plagios de productos –farolas para ser más concretos- que suponen previsiblemente pérdidas millonarias para las empresas fabricantes y por ende para sus creadores.
Sobre esta condena mediática y sin restar importancia a este delito y/o negar los derechos de los autores, sería también interesante pensar cuanto se ha escrito con anterioridad sobre el tema. Desgraciadamente muy poco pero existir -el plagio- ha existido se escriba o no. Podemos decir que hoy salen a la luz ciertas noticias porque han sido empresas y diseñadores con cierto poder mediático los que han sido ultrajados. Que ahora salten a la palestra estos temas, además personalizados, solo nos aclara la influencia de ciertas empresas y el poder de palabra que tienen en el entorno del diseño.

Con esto no quiero decir que no sean necesarios este tipo de seguimientos y/o condenas puntuales pero debemos reconocer que éstas son interesadas, están desorganizadas y suponen un parche porque no atienden en realidad a la búsqueda de una solución general que impida que se den en el futuro este tipo de situaciones.

Esta es la queja. Las pataletas públicas, totalmente legítimas por otra parte, muestran tan solo la ausencia total de una estructura sólida de defensa de los intereses del diseño industrial y de la propiedad intelectual.
No hemos sabido proteger al diseño ni a la industria. Nunca hemos tenido la mayor preocupación al respecto pero parece que hoy todos debemos condenar este tipo de situaciones simplemente porque atentan contra los que tienen voz (o más voz) o porque los problemas han llamado ahora a la puerta de los más influyentes.

Pero esto no va así. Aceptando los parches alimentamos el diálogo hipócrita y no deberíamos permitirlo. Por lo menos no utilizando nuestra disciplina.

Durante los últimos 15 años, en los que el gigante asiático ha ido despertando industrialmente año tras año, la copia ha sido el pan de cada día al que han tenido que enfrentarse la mayoría de nuestras empresas. Y es que debemos recordar algo evidente; empresas hay muchas más de las que salen en las revistas o de las que tienen voz dentro del mundo público del diseño que hemos creado.
Las pérdidas reales por copias de productos “anónimos” -o más anónimos- de empresas y/o diseñadores que no están en el candelero no se han cifrado pero suponen seguramente el mayor porcentaje de la gráfica. Son unas pérdidas infinitamente mayores que las que ahora puedan ocasionar estos sonados plagios que han saltado al ámbito de lo público.

Me pregunto ¿Dónde estaban esas asociaciones, medios y/o empresas que hoy ponen el grito en el cielo y defienden a capa y espada nuestros (sus) derechos cuando durante años estos temas han sucedido ante sus ojos con total impunidad? Muy probablemente, y a nuestro pesar, organizando piscolabis, reuniones o exposiciones retrospectivas sobre sus socios más honoríficos y afamados. Y es que mientras el mercado y la economía iban bien y además el tema parecía que no iba directamente con ellos, aquí no pasaba nada.
Pues no es así. No hemos sabido escuchar a las PYMES, a los diseñadores y pequeños empresarios que nos advertían de todos estos males. Igual que ha pasado con la crisis económica, el diseño no ha sabido poner controles -aun viéndolas venir- para evitar esta hecatombe.

Es hora de decir claramente que siempre hemos sufrido concursos que atentaban contra la dignidad profesional y que durante años y años las pequeñas y medianas empresas de este País han sido copiadas sin piedad y nadie, de forma pública u organizada, las ha defendido. Ni empresas, ni agrupaciones de empresas, ni asociaciones se han preocupado o han velado por proteger esos intereses del diseño. Y es absurdo y estúpido porque eran al fin los nuestros. Los de todos.

Las ferias sectoriales -magníficos termómetros que hemos obviado- se han visto, edición tras edición, inundadas de copias de productos que tenían una importante cota de mercado de nuestras empresas y en nuestros mercados. Esta falta de defensa estructural ha ido erosionando a muchas empresas que, por desgracia, ya han sido barridas por la crisis. En parte por esta dura situación económica general que vivimos pero no podemos negar que también la competencia desleal y los plagios sufridos les han arrastrado a una total pérdida de posibilidades.

Seamos serios. Es bastante hipócrita que hoy nuestras asociaciones y empresas de “referencia” nos adviertan del peligro de unas “malas praxis” que atentan contra el diseño industrial, la industria, la economía y nuestros intereses. Hoy nos hablan de la vulneración de los derechos del diseño pero todos ellos, que motivan los ríos de tinta y las corrientes de opinión al respecto del diseño oficial, no han sido capaces de defender anteriormente -y con la misma energía- a los que realmente sostenían -y sostienen- el mercado; las pequeñas y medianas empresas y a la gran mayoría de diseñadores anónimos que trabajan para ellas.

A pesar de todo no cabe duda de que debemos velar por la defensa del diseño industrial, el de la industria, los diseñadores y las empresas. Nadie dice lo contrario. Es además de necesario, obligado. Pero debemos hacerlo bajo políticas de defensa y divulgación coherentes y bien estructuradas por lo que el primer paso es crearlas. Y éstas deben ser secundadas por unas asociaciones y empresas fuertes (mediáticamente hablando) que velen por TODOS. Y si nuestras asociaciones y/o empresas no están por una labor de equipo habrá que crear nuevas estructuras organizativas o delegar la propuesta a otros.
No podemos en ningún caso seguir haciendo una defensa de forma individual aprovechando el prestigio, el nombre de algunos y la facilidad que les permiten las redes sociales. De ser así lo convertimos en una lucha bandolera e interesada como estamos viendo. Esta no es la guerra de los más guapos o de dos o de tres sino la de todos. Así que la mejor defensa del diseño es el respeto hacía el propio diseño y esta postura asimétrica e hipócrita poco ayuda.

Pensemos...

Agosto de 2012