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Los daños de la sectorización de las funciones del diseño industrial

Ante el elevado grado de confusión que parece crecer en torno al diseño creo que deberíamos volver a sacar del armario la conocida pregunta de “¿Qué es el Diseño Industrial?” y reflexionar muy seriamente al respecto.

Vaya por delante que la siguiente reflexión no va a contestarla. Creo que en estas páginas ya existen sobradas referencias de lo que podemos considerar que es el Diseño Industrial. O por lo menos pueden encontrarse sus objetivos con bastante claridad.

Más que dar respuesta a esa “tópica” pregunta lo que en realidad deseo es expresar cómo la pérdida de independencia del diseño industrial está afectando de forma grave a la disciplina. Hasta tal punto que hoy día cuesta, no solo encontrar profesionales que se circunscriban rigurosamente al ámbito del diseño industrial –entendido como la labor de determinar completamente todos los requerimientos, pautas, etapas y procesos para la conceptualización y la fabricación seriada de un objeto, aplicando un knowhow técnico específico y concreto- sino que además nos cuesta –en general- localizar, puntualizar y/o describir con precisión en que se basa realmente el trabajo del diseñador industrial en la actualidad. Y esto si que empieza a ser un problema.

Hace unas décadas contestar a esta pregunta resultaba tan interesante como difícil por las diferentes posiciones y/o disputas teóricas que existían al respecto del diseño. O más bien, podemos afinar diciendo que la dificultad de lograr una respuesta residía en el hecho que el diseño industrial estaba fraguando su propia posición ideológica para el futuro.
Finalmente se acuñó una definición, con más o menos variantes, de forma bastante exitosa, precisa y efectiva y el diseño industrial, sin negar una pésima divulgación que jamás logró acercarlo con claridad a la sociedad y la industria, podía explicarse con bastante facilidad. O por lo menos estaban bastante claras sus funciones, sus finalidades y sus responsabilidades.
Puedo pensar cuantas veces nos han preguntado a los diseñadores, seguramente por este reconocido desconocimiento general, en que se basa nuestro trabajo. Una pregunta que hasta hace bien poco siempre hemos podido contestar con bastante concreción. Y es que los profesionales que emanaron de aquel definido diseño industrial sabemos y somos muy conscientes cual es nuestro trabajo y su función.
Esto es muy importante porque sin saber los límites y las funciones de una disciplina es meramente imposible llevarla a cabo con rigor, por lo menos de forma objetiva y colectiva.

Pero de un tiempo aquí (sobretodo los últimos años) contestar a esta misma pregunta nos resulta un poco más difícil. No podemos negar que el diseño industrial ha ido perdiendo su independencia académica y con ella su concreción. Hoy día se habla del DISEÑO en general como una estrategia resolutiva o una disciplina que resuelve problemas de todo tipo. Hoy el diseño parece ser una especie de chistera de mago de la que podemos sacar cualquier tipo de solución, si se me permite la comparación.

En otras épocas, vuelvo un poco a esas raíces académicas del diseño, las diferentes ramas del diseño se separaban principalmente en cuatro grandes bloques; Diseño Gráfico, Diseño de Interiores, Diseño de Moda y lógicamente Diseño Industrial. La estructuración académica de entonces compartía entre todos los bloques aspectos comunes sobre los que se asentaban las bases generales del diseño. Así que en aquellos tiempos las cuatro disciplinas respondían, en mayor o menor medida, a una base común y general que trazaba de forma precisa, no solo su función general sino que también se estructuraban por extensión las funciones particulares de cada gran área especialista. Cada disciplina tenía definidas y especificadas sus propias responsabilidades y funciones y todas ellas se circunscribían a un ámbito de actuación muy determinado.

Los cambios en los planes académicos del diseño (específicamente en España), la locura de la especialización y el interés de los mercados y/u otras disciplinas han despedazado el diseño haciéndolo añicos.
Hoy el diseño parece ser un espejo roto que no nos permite ver el reflejo de una visión general. Ni tan siquiera una visión parcial pero precisa.

La función del diseño se ha sectorizado de tal forma en otras tantas sub-funciones que al final de ese trayecto corremos el riesgo de perder el sentido de la función real.
Esto es innegable y se nos muestra de forma evidente ante la desaparición de los anteriormente citados cuatro grandes bloques del diseño. Hoy han dejado casi de existir para dar paso a un sinfín de “diseños especialistas e hiper-especialistas” tales como el diseño digital, diseño de mobiliario, diseño de servicios, diseño de eventos, diseño ecológico, diseño social, diseño expositivo, diseño de, diseño de…. diseño de.

Pero aun hay más. Lo más sorprendente es la paradoja que ha provocado toda esta locura. Se admite la validez de un diseño “a pedacitos” y sin embargo hablamos, y se habla en la sociedad y en la industria, de un “diseño” en general (que no generalista).
Un diseño destinado a ofrecer soluciones sin más especificación. Una disciplina planteada exclusivamente para ser la abanderada en todo tipo de soluciones humanas, sociales, económicas e industriales.
Esta paradoja ha derivado en que el diseño industrial –y otras disciplinas de diseño tradicionalmente independientes- han perdido, no solo sus propias identidades sino que corren el riesgo de perder su propia función y su razón de ser.

Creo que el diseño, o mejor dicho los diseñadores, nos hemos sentido durante los últimos años el ombligo del mundo. Amparados por unos mercados que nos han permitido plantear un trabajo que ha ido más allá de nuestras funciones nos hemos sentido –por lo menos aquellos que han apostado por este nuevo “cajón de sastre” que intenta ser el diseño hoy- poco menos que "gurús de soluciones".

Hoy toca volver con humildad a una acotación profesional que no deberíamos haber perdido. Debemos empezar a reconocer las limitaciones de nuestra profesión. No limitaciones en un sentido negativo, no, sino entendidas como el marco de actuación y las reglas que definen nuestro trabajo. Algo muy normal y común a cualquier otra disciplina. Es así de sencillo.
Debemos recuperar la normalidad de reconocernos (además con orgullo) diseñadores industriales acotados a unas funciones muy concretas.

Existe poca crítica sobre la "pérdida de independencia del diseño" -o no logro encontrarla- y por ello suelo preguntarme con frecuencia si este caos y desorientación solo lo percibimos unos pocos –con los que obviamente coincido plenamente- o en general los diseñadores hemos admitido con cierta resignación el “sin sentido” al que hemos llegado.
En cualquier caso este pensamiento me obliga a reiterar nuevamente que al diseño industrial –y a otras disciplinas de diseño- les empieza a hacer falta, con carácter de urgencia, una profunda reflexión interna de la que han de surgir unos nuevos pilares.
Sin esta reestructuración pienso que yo, y otros muchos colegas de mi generación y de generaciones anteriores, empezamos a ser los últimos exponentes de una especie en vías de extinción.

Bajo esta creencia de que el diseño industrial está perdiendo su independencia y por ende su propia configuración, no me resulta nada llamativo ni casual que la conmemoración del día del diseño industrial que hace el ICSID este año esté organizada bajo la archiconocida pregunta de: “¿Qué es el Diseño Industrial?”.

Mayo de 2012