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La actitud de los diseñadores industriales frente al diseño industrial

Reunido recientemente con un importante proveedor de tecnología que mantiene una estrecha relación con un gran número de empresas y de diseñadores nos encontramos hablando, una vez habíamos tratado los temas que motivaron el encuentro, sobre el mundo del diseño industrial, los diseñadores y los productos.
Acabamos, por caprichos de la conversación, hablando sobre experiencias y relaciones propias con las que realizamos, sin pretenderlo, un análisis detallado sobre diferentes perfiles profesionales y de cómo los diseñadores industriales abordamos los proyectos y entendemos nuestra disciplina.

Repasamos, con el aroma del café, la actitud de muchos diseñadores frente a los clientes, los proveedores y hacía los mismos proyectos. Logramos establecer un diálogo enriquecedor y preciso, con nombres y apellidos, sobre las entrañas del diseño industrial con el que realizamos en realidad una autocrítica interna de la profesión.
Fue un momento de catarsis, que se agradece de tanto en tanto, porque es una forma extraordinaria para reposicionar y reflexionar sobre tus propias ideas al respecto del diseño industrial y su auténtico papel en la sociedad, la industria, los mercados y la economía.

Lo más sustancial de la conversación, que detallo a continuación de la forma más breve y ordenada posible, fue sin duda la total coincidencia en la constatación que existen principalmente dos grandes grupos de diseñadores industriales y de empresas que se basan en dos principios bien sencillos:

A- Se diseña lo que se vende.
B- Se vende lo que se diseña.

“A priori” pueden parecer afirmaciones muy similares pero ocultan tras de si dos caminos de trabajo y esfuerzos muy diferenciados. En realidad representan dos actitudes y formas de entender el diseño industrial que inciden de forma directa y diferente en los resultados, las inversiones y la innovación.

Analizando bien ambas máximas podremos concluir que lo más importante es que la pretensión final común y objetiva de las dos es la venta. La venta en el sentido de dar salida comercial al producto diseñado.
En el mercado el objeto diseñado adquiere propiedad de producto y el diseño industrial se convierte en realidad, en lo que a soluciones se refiere, en un “bien de mercado” sometido obligadamente a sus reglas. Por esta razón si no existe dicha venta (en el volumen que se pretende) no se genera capital y no se amortizan las inversiones. Las empresas no crecen porque no tienen beneficios y directamente no se sobrevive, empresarialmente hablando. Así que para una empresa lo fundamental es vender. Esto es bastante obvio.

Como decía, ambos procedimientos son divergentes porque ambos mantienen sus estrategias sobre dos pilares bien diferentes que provocan también soluciones dispares.

El procedimiento A somete todo el proceso de diseño industrial a alcanzar una solución que ya se ha reconocido como exitosa a nivel abstracto porque proviene de una necesidad directa analizada por el propio cliente. En este caso el cliente no debe realizar grandes esfuerzos posteriores porque se los delega al diseño industrial y porque ya se han realizado anteriormente durante la búsqueda de la solución ideal necesaria.
Es el camino más idóneo para fomentar esa venta vital que citábamos anteriormente.

El procedimiento B en cambio, deja de entrada más margen de actuación y libertad al diseño industrial aligerándolo de ciertos esfuerzos, pero obliga posteriormente a la empresa a construir toda una estrategia comercial y promocional para que el producto sea un éxito. Es decir que el diseño realizado debe encajarse, “a posteriori”, dentro de un mercado concreto y para unos usuarios específicos.
Es un camino en el que la venta no está en realidad garantizada de forma objetiva así que es mucho más arriesgado.

Desde el punto de vista del diseño industrial el planteamiento A le permite al diseñador trabajar desde el principio con toda la información necesaria sobre la que ha de basarse su solución. Y aunque parezca que esto favorece el trabajo, supone en realidad mucho más esfuerzo porque se pretende siempre una solución innovadora y diferenciada teniendo que atender grandes restricciones iniciales, tales como costes, tecnologías, materiales, lenguaje formal, etc... El proyecto es en realidad mucho más complejo.
Bajo esta forma de proceder podemos reconocer la importancia y la necesidad de trabajar de forma rigurosa a partir de una metodología de diseño industrial bien pautada porque de otra forma sería meramente imposible alcanzar una solución efectiva con las suficientes garantías de mercado.

Desde este mismo punto de vista el planteamiento B aborda el trabajo de diseño con mucha más libertad y hasta cierto punto las fases del proceso de diseño industrial pueden llegar a diluirse. Es por ello que pueden llegar a encontrarse serios problemas de desarrollo e industrialización. Incidencias que pagan principalmente los clientes y los proveedores.

Estas dos visiones del diseño industrial existen porque existen diseñadores industriales que conciben el diseño industrial desde el punto de vista del proceso A y diseñadores que lo conciben desde el punto de vista del B.

Los primeros tienen la convicción de que el diseño industrial debe aportar soluciones en base a una necesidad real y muy concreta de las empresas y son conscientes, como he dicho antes, de que el resultado del proceso de diseño debe derivar siempre en un PRODUCTO, con todas las connotaciones que ello tiene implícito y el valor comercial que se establece.
Es un punto de vista que obliga a organizar el proyecto de diseño a través de un briefing muy detallado que debe permitir establecer el mayor nivel de éxito objetivo. El trabajo además se desarrolla sometido a una rigurosa metodología que posibilita un análisis constante.
Suelen ser diseñadores industriales acostumbrados a proyectar con todo tipo de restricciones. Esto no significa que los resultados presenten carencias de algún tipo sino que las soluciones estarán de alguna forma preestablecidas con el fin de lograr los objetivos.
Son profesionales altamente receptivos que centran todos los esfuerzos en ofrecer al cliente la solución que requiere. Conscientes de que no lo saben todo se reúnen con las partes implicadas en el proyecto y dialogan, contrastan y evalúan las propuestas de forma constante para tener controlada en todo momento su viabilidad y para disponer de un control de los costes objetivos establecidos. Se trabaja en estrecha relación con el cliente, con los proveedores y con todas las partes implicadas en el proyecto.
La idea es que finalmente el proyecto pierda en parte la paternidad exclusiva del propio diseñador industrial para que pase a ser en realidad un “hijo compartido” nacido del resultado de un conjunto de esfuerzos, decisiones y recomendaciones de todos los implicados.
Son diseñadores que dejan de lado el "yo" para entender que lo más importante es el "nosotros".

Los segundos, que podemos entenderlos como más subjetivos trabajan generando ideas espontáneas, en el sentido que no responden a un pliego exhaustivo y obligado de condicionantes sino que tan solo recogen aspectos muy generales del proyecto. Proyectan de forma libre y generan las soluciones que consideran convenientes. No suelen justificar ante el cliente los costes, las tecnologías, los usos y todo lo que lleva implícito el objeto diseñado. Todos estos parámetros quedan relegados a un segundo plano y suponen en la mayoría de los casos el resultado de un análisis subjetivo.
Los proyectos se alejan de un contraste continuo de impresiones y los clientes conocen el resultado de diseño una vez está muy avanzado y/o decidido. Ya sin muchas posibilidades de variación o adaptación a unas necesidades determinadas.
Suelen ser profesionales endiosados que no permiten modificación alguna de sus planteamientos aunque en ocasiones, algunos profesionales implicados en el desarrollo, les recomienden ciertas variaciones. Parecen saberlo todo y es muy difícil discutirle las ideas que apoyan y justifican normalmente en éxitos anteriores, en su bagaje o su nombre. Son diseñadores donde el "yo" no da jamás cabida al "nosotros".
En muchas ocasiones, seguramente más de las que desearían los clientes, suponen una gran problemática tanto para los proveedores como para los propios clientes que deben afrontar y atender sobregastos, soluciones imposibles, retrasos y fracasos.
Todo esto no significa que los proyectos diseñados por este segundo grupo no acaben siendo viables y exitosos, nada más alejado de la realidad, solo que es un camino mucho más arriesgado, con un mayor índice de "fracaso" (aunque de éste poco se conozca porque no sale a la luz) y que supone más esfuerzo para el cliente que en muchas ocasiones debe dar solución a los proyectos con nuevos recursos.
Para hacer honor a la verdad es justo decir que existen muy buenos diseñadores que proyectan bajo esta línea de trabajo. Aunque desde un punto de vista más purista del diseño industrial no es el camino más ortodoxo para diseñar.

Aunque la conversación dió para mucho, sin el ánimo de extenderme más, dejo simplemente este punto de partida para la reflexión sobre las que serían, a grandes rasgos, las dos tipologías principales de profesionales que podemos encontrar en el ámbito del diseño industrial. Ambas posturas basadas fielmente en dos visiones muy diferentes del diseño industrial y sus objetivos.

Y... Analizados ambos perfiles se suscita la siguiente pregunta:

- ¿Cual de ellos es entonces el procedimiento de diseño industrial más correcto?

Está claro que lo que dicta la disciplina es trabajar en la senda del primer camino que ofrece una solución más ajustada a una necesidad. Pero la verdad es que hasta el día de hoy ambos perfiles de trabajo coexisten y muchos podrán decir, para su propio amparo y de forma estricta, que los dos son viables.
Podemos pensar que la existencia de estos dos procedimientos tan antagónicos es el pago del diseño industrial ante la ausencia de su propia divulgación. Una carencia histórica que impide que los clientes y las empresas dispongan, de forma objetiva y clara, de la información mínima necesaria sobre procedimientos y finalidades del diseño con la que conocer y elegir el camino proyectual que puede ofrecer más garantías.
Una correcta divulgación provocaría la extinción de ciertos profesionales y metodologías y/o en el mejor de los casos su reciclaje o reconversión hacía los procedimientos mucho más objetivos y solventes. Quizás por ello no interese mucho.

Si que puede extraerse la conclusión de que no cabe ninguna duda que nuestra actitud como profesionales, no solo marca las soluciones y nuestro trabajo sino que además incide directamente sobre la visión que tiene la gente y las empresas sobre nuestra disciplina. Afecta también al mercado y a los resultados empresariales siendo sumamente importante. Razón por la que es muy bueno mantener debates abiertos en este sentido para ir mejorando en el futuro.

Personalmente mi posición al respecto, teniendo en cuenta la base teórica del diseño industrial, es que el camino A es el camino más adecuado para lograr mejores resultados aunque las empresas, quizás poco informadas, siguen apostando aun por un nombre y una firma por encima de todo. Y pese a que esto esté cambiando poco a poco, supone que la selección más habitual de profesionales, a día de hoy, está lamentablemente sobre la línea del procedimiento B.

Julio 2011