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Premios Nacionales de Diseño: Año nuevo, Premio nuevo.

Al igual que algunos de mis colegas yo también estaba al tanto de la (NO) convocatoria de los Premios Nacionales de Diseño e Innovación 2018. Al respecto, subscribo parte de lo expresado y no repetiré lo que ya se ha dicho y/o escrito. No obstante, si que aprovecharé la noticia para expresar mi opinión personal sobre el planteamiento futuro de dichos Premios, por lo menos en lo que se refiere al Diseño Industrial.

Encuentro muy acertado que se refresquen y/o que se actualicen las bases. Los que hemos tenido oportunidad (y ganas) de seguir desde hace mucho tiempo los Premios Nacionales de Diseño somos muy conscientes de que algunos años las bases reguladoras presentaban preocupantes lagunas en relación a la intrínseca importancia del Premio.
El hecho que más chirriaba era que pudieran hacerse de facto (AUTO)candidaturas porque éstas podían proponerse de forma libre, es decir por cualquiera que no fuera estricta y literalmente el nominado. No hay que ser muy inteligente para imaginar lo que este sistema puede dar de sí disponiendo de ciertos recursos. Así que reitero, bienvenida sea una revisión del reglamento porque el anterior sistema de elección no era lo suficientemente objetivo, riguroso, transparente y mucho menos justo. Y para ser justos y aunque por fortuna sea anecdótico en el histórico de los Premios, también hay que decir para evidenciar estas brechas que, durante la vida de los Premios, algún que otro diseñador y empresa nos han colado más de un gol. Repasen, repasen…

En esencia, estos Premios nacieron para reconocer cada año una trayectoria profesional y empresarial que diera valor al diseño y al diseñador dentro de nuestra sociedad. Una forma de dar visibilidad y ejemplo al mayor nivel sobre la importancia que presenta realmente el diseño. Desde este escueto y aséptico enfoque, el momento de moda, lo sonoro de ciertos nombres y/o la brillantez puntual de algunos proyectos, por no hablar del quemado concepto “innovación” y derivados, son aspectos que apenas deberían pesar en las selecciones. Por lo menos, no sin poder aplicarles la necesaria perspectiva temporal que permite conocer la influencia real que esta labor ha causado en la profesión y en la propia sociedad. No se trata solo de premiar a un diseñador, empresa o entidad sino de reconocer su papel histórico dentro de la profesión y de la sociedad sin caer en el error de convertirlo en algo honorífico.

Lamentablemente nuestro sector goza de una gran ignorancia sobre él mismo y puede parecer que el diseño de reduce a unos pocos nombres pero el diseño industrial es un oficio que lleva ejerciéndose en España de forma profesional (que no regulada) desde los años 50 e incluso antes. Es lógico pensar que muchos de aquellos diseñadores y los que vinieron después, merezcan antes que nadie este reconocimiento. Algunos afortunadamente ya lo poseen y el resto lo merecen sin ninguna duda, no solo por justicia profesional sino porque ellos han escrito (algunos entre líneas) las páginas del diseño de nuestro país y han abierto el camino a todos los que vinimos detrás. De igual manera que lo harán hoy muchos diseñadores de nuestra generación. Por esta razón, el Premio Nacional de Diseño debería seguir teniendo un solemne cariz histórico.
Seamos claros: Para reconocer otros muchos méritos, proyectos y causas varias, nuestro sector ya dispone, tanto de forma nacional como autonómica y local de innumerables premios de todos los colores, sabores y formas y también de reconocido prestigio. E incluyo de forma expresa para que conste en acta que también tenemos premios de pasar por caja y aquellos que se ganan con la complicidad del jurado, todo un jurado de expertos. Un abanico de posibilidades del que debería alejarse, como alma que lleva el diablo, el Premio Nacional de Diseño porque las comparaciones serían realmente odiosas.

Sobre el tema de si estos premios deben depender y/o competer a Industria o Cultura, considero que ya sólo el propio cuestionamiento binario reduce la magnitud real que el diseño alberga dentro de nuestra sociedad así que no me extenderé más porque estoy seguro que me entendéis sobradamente.

Quisiera pensar que se harán las cosas bien y que, bajo este sencillo razonamiento las categorías serán las estrictamente necesarias (realmente con un par de ellas bastarían) y que se asume la existencia de una larga lista de espera porque son muchos los profesionales y empresas que, como he dicho, lo merecen. Empresas y diseñadores, conocidos y aun por conocer, que se lo han trabajado sin descanso, que lo han sudado y que lo han luchado sin tregua cuando nadie apenas hablaba de diseño en este país. Y habría que llegar a tiempo porque los premios póstumos sirven realmente de muy poco.

En fin, la nueva etapa de los Premios está por llegar y creo que se pueden organizar bien si los que tienen la responsabilidad de impregnar rigor y orden a este lío tienen realmente muchas ganas de trabajar, se esfuerzan en velar por el diseño y son muy conscientes de que los Premios Nacionales de Diseño no deben ser un Premio para encumbrar o relanzar carreras sino para reconocerlas.

Mucha suerte. Yo seguiré atento a las noticias.

Diciembre 2018