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Diseño Industrial. Valores y cotizaciones

Por el titulo bien podría pensarse que hablaré de la Bolsa pero nada más lejos. Recordar que es una página dedicada al diseño industrial.

Por desgracia hay ciertas cosas que no nos enseñan cuando somos alumnos pero que acaban siendo vitales para desarrollar profesionalmente la carrera estudiada. Una de esas cosas que no me ensañaron en su día mientras estudiaba diseño es la valoración del trabajo de una forma económica.

Ésta suele ser una carencia inicial con la que empezamos a ejercer nuestra profesión. Muchos la vamos solucionando parametrando ciertos elementos que nos permiten establecer unos valores mínimos objetivos pero parece que otros muchos profesionales no logran hacerlo o les cuesta disponer de suficientes elementos valorables para la confección de ofertas de diseño industrial. Esto es lo que interpreto cuando hablo con otros colegas de profesión que optan, en la mayoría de los casos, en proponer un tanto alzado por proyecto en función de… Bueno en función de no se sabe muy bien qué. Esa es la realidad y ese es también el problema porque nos obliga a preguntarnos:

-¿Es justo - y hablamos tanto para el cliente como para el profesional- el precio ofertado de esta manera tan imprecisa? ¿Nos sale rentable el trabajo? ¿El cliente paga el precio adecuado?

Si tenemos estas dudas lo más correcto sería que cada profesional estableciese sus propios elementos de valoración de la forma lo más objetiva posible. No podemos -ni es tampoco justo- presupuestar únicamente, cómo hacen erróneamente algunos, teniendo tan solo como referencia el coste general de otros profesionales porque en la mayoría de los casos dispondrán de gastos, experiencia, conocimientos, infraestructuras e incluso caché (viene a ser un valor añadido logrado a través de la experiencia y el posicionamiento de mercado) muy diferentes a las nuestros.

Pienso que el valor de un trabajo de diseño industrial, o de forma general de un trabajo creativo, puede establecerse de forma bastante precisa y objetiva frente a lo que se suele opinar y por incercia hacer. Si más no, si que disponemos de muchos y diversos elementos que podemos cuantificar y que pueden incluirse dentro de la cotización o ser en esencia la propia cotización de cara a establecer un coste más o menos justo del proyecto, acabando con la anarquía y arbitrariedad existente al respecto.

Pero no todo son fórmulas mágicas y muchos, pese a todo, seguimos pillándonos los dedos porque al final es muy habitual que siempre aparezca más trabajo del pensado y cuesta cuadrar los números. No por esto debemos "tirar largos" rechazando estas aproximaciones. Es fundamental que intentemos anteponernos al esfuerzo y a los medios que se derivarán de un proyecto concreto.

No es fácil establecer económicamente un proyecto porque todos los elementos que intervienen en el desarrollo y que deberían servir para establecer la objetividad del coste del trabajo son en cierta medida valores fluctuantes. Valores “móviles”. Pero no por ello dejan de ser parámetros mesurables y cuantificables que podemos usar para un cálculo presupuestario con más o menos precisión. Veamos cómo:

Por ejemplo en primer lugar disponemos del coste “natural” de mercado del proyecto. Éste no es más que el precio por el que un proyecto de diseño puede encontrar su propia cota de venta entre sus análogos a iguales condicionantes. Es un coste que viene determinado normalmente por la demanda y por la predisposición del target específico en adquirir ese resultado de diseño industrial a un cierto umbral de precio.
Este baremo podremos encontrarlo, sin necesidad de experiencia y de entrada, por ejemplo en el en "librito azul" "El valor del diseño" que ha editado en varias ocasiones la A.D.C.V.. A medida que nuestra experiencia aumente y nuestro entorno profesional también crezca acabaremos conociendo el coste de otros profesionales de forma natural disponiendo cada vez de datos más precisos. No cabe duda de que la experiencia nos permite también mejorar nuestra capacidad de establecer el precio justo de los proyectos.

Por otro lado disponemos del esfuerzo que hemos de realizar presuntamente para llegar a la solución de diseño industrial.
Aceptamos con normalidad que existe un tiempo "indefinido" dedicado a la maduración intelectual de las ideas. Una labor que realizamos de forma constante incluso fuera de horas laborables y que siempre podemos valorar de forma general como un concepto de "aportación creativa".

Podemos tener además, más o menos controlado, el tiempo dedicado al desarrollo y materialización de la idea. Es decir, aquellas horas que pasamos delante de la mesa o dedicándolas en exclusiva al proyecto. Son horas de esfuerzo físico-material que podemos cotizar de forma objetiva puesto que vienen dadas por lo que nos cuestan básicamente las infraestructuras y recursos; como el alquiler de un local, el mantenimiento informático, maquinaría, el material de oficina, el software, gastos generales, etc… siendo todos ellos elementos que permiten realizar nuestro trabajo y que suponen cargas monetarias que deben recuperarse o amortizarse a través de los trabajos desarrollados.
A todas estas horas podemos imputarles también un % en concepto del margen de beneficios deseado y el propio valor añadido que tenemos como profesionales (el anteriormente citado caché).

Otro coste que podemos y debemos tener muy en cuenta es la cesión de nuestros derechos como autores. Eso debe ser reflejado también en el coste puesto que por ese trabajo, por ese en concreto que responde a nuestra autoría, se va a realizar una explotación por parte del cliente y se van a lograr presumiblemente una constante entrada de beneficios. Este concepto puede cotizarse en función de los objetivos logrados regularmente o bien de entrada determinando ese valor, cómo mínimo, de forma simbólica.

Ser efectivos y además ser rápidos obligaría a incrementar porcentualmente el valor de nuestras horas profesionales ya que derivamos menos tiempo que otros profesionales, menos efectivos, y lo debemos compensar debidamente.

La experiencia y el mercado logrado al cabo de los años son también datos a considerar que podrían suponer ciertos porcentajes en una cotización objetiva pues en cierto modo garantizan los objetivos y avalan las soluciones.

Otras muchas tareas tales como la supervisión, visitas a proveedores, reuniones, etc... no son solo valores de medida temporal sino que suponen gastos implícitos en el desarrollo de un proyecto de diseño industrial que deben estar reflejados en la cotización para no tener pérdidas.... O tener las mínimas.

..... Y la verdad es que podríamos seguir puntualizando elementos y elementos, más o menos objetivos, que conformarían una valoración bastante justa para un proyecto de diseño industrial pero no hace falta añadir muchos más para contestar las preguntas iniciales y para darse cuenta de que establecer un tanto alzado “a bote pronto” sin más, derivará probablemente en un error que supondrá tener pérdidas, es decir perder dinero en el mejor de los casos o estar engañando al cliente con un sobre-coste en el peor de los casos.

Espero sinceramente que “reflexionar en voz alta” sobre este tipo de temas sirva para que otros diseñadores, que hasta ahora han tenido dificultad para valorar los encargos, logren disponer de algunos elementos a tener en cuenta que les permitan mejorar en este sentido o bien tomen consciencia de lo importante que es lograr una solución a este problema en beneficio de ellos mismos, de los clientes y del mercado.

Octubre de 2010